El Banco Central Europeo (BCE) se va de vacaciones dejando las cosas tal y como están. Los tipos de interés seguirán congelados en el máximo histórico que alcanzaron tras la última subida de septiembre. Si se produce alguna bajada tendrá que ser ya en 2024, un año en el que los inversores apuestan porque el banco central del euro acometerá fuertes recortes el precio oficial del dinero que permitirán que las hipotecas empiecen a abaratarse.
En la rueda de prensa posterior al anuncio de la decisión, Lagarde ha eludido responder a la pregunta del millón: ¿Cuándo van a llegar las primeras bajadas? Los gobernadores del BCE no lo tienen siquiera sobre la mesa. «No discutimos sobre bajadas de tipos en absoluto. No hubo ni debate ni discusión sobre este asunto», zanjó Lagarde, que esta vez recurrió a la metáfora de la montaña y no a la del viaje para explicar qué va a ocurrir a partir de ahora. «Entre subir y bajar los tipos hay una meseta, una playa de pausa. Para pasar de estado sólido a gaseoso pasas primero por estado líquido», señaló una alegórica Lagarde.
El BCE se mueve desde hace varios meses en terreno pantanoso. Las fuertes subidas de tipos que viene aplicando desde julio de 2022 han cerrado el grifo del crédito y han elevado la factura mensual que pagan millones de hogares europeos por su hipoteca. La acción del banco central, sumada a los males de la guerra en Ucrania, ha provocado que la economía del euro lleve ya un año sin crecer prácticamente nada. Mientras que la inflación de la eurozona (2,9% en noviembre) está cada vez más cerca del objetivo del BCE, aunque volverá a subir en los próximos meses.
¿Tiene miedo el BCE a mantener los tipos tan altos en esta coyuntura? Lagarde dijo que a nadie le gustaría aguantar durante demasiado tiempo, pero dejó claro también que aún no ha llegado el momento de «bajar la guardia». «Todavía hay trabajo por hacer», señaló. Un trabajo que se traducirá, eso sí, en un periodo de pausa más largo, no en más subidas. La presidenta del BCE necesita más datos
El gran obstáculo: la inflación doméstica
Para dar por ganada la batalla contra la inflación, Lagarde necesita más datos que sustenten el relato. Una información que, dice, no tendrá hasta el año que viene. En concreto, los expertos del BCE vigilan con lupa tres métricas: las expectativas de inflación, la inflación subyacente y la transmisión de la política monetaria a las condiciones financieras.
La primera y la última condición parecen apuntar inequívocamente a que puede haber llegado el momento de bajar. Las expectativas de inflación -lo que los hogares, empresas y analistas creen que ocurrirá con los precios a medio plazo- están ancladas en el 2%, el objetivo del BCE. Mientras, la concesión de préstamos y la demanda sigue reduciéndose mes a mes.
Lo que Lagarde ve menos claro es que la inflación subyacente -la que descuenta del cálculo los precios de la energía y alimentos no elaborados- esté bajando como debería. Concretamente, la presidenta del BCE está preocupada por la inflación subyacente doméstica. Es decir, la que tiene en cuenta los precios de los productos que se producen dentro de la eurozona. Estos precios, sostiene Lagarde, están muy condicionados por las subidas salariales que están negociando los trabajadores europeos. En el tercer trimestre, las subidas salariales pactadas en convenio ascendieron al 4,6% el mayor incremento de toda la serie histórica que se remonta a 2005.
Sin embargo, los mercados apuestan porque el BCE tendrá que empezar la bajar los tipos ya en marzo del año que viene. Es decir, dentro de dos reuniones. Además, apuestan porque el precio oficial del dinero tendrá que reducirse hasta en 6 ocasiones durante el año que viene. En total, vaticinan una bajada de los tipos de 1,35 puntos, lo que llevaría el precio oficial del dinero a un rango entre el 2,65% y el 3,15% frente al 4-4,5% actual.